En la primera parte de esta serie de artículos sobre la digitalización, la industria 4.0 y el sector industrial escribí sobre la evolución que en los últimos tiempos había experimentado la digitalización en todos los órdenes de nuestra vida personal y profesional, gran parte de ella asociada a la pandemia que nos azota desde comienzos de 2020. También explicamos los fundamentos técnicos básicos en los que se fundamenta la industria 4.0.
En esta segunda y última parte vamos a comentar cómo afecta todo este fenómeno al sector industrial. Porque es más amplia de lo que a primera vista pueda parecer. Tendemos a asociar la palabra “Industria” con los procesos fundamentalmente industriales, y sin quitarle la importancia que le corresponde a este aspecto, su influencia va más allá. Vamos con ello:
Como acabo de decir, lo primero que hay que indicar con toda la claridad posible es que todo este asunto afecta no sólo a los procesos de fabricación. Su alcance es mucho más amplio, afectando a todas las industrias y sectores e incluso a la sociedad. La industria 4.0 puede mejorar las operaciones de negocio y el crecimiento de los ingresos, transformado los productos, la cadena de suministro y las expectativas de los clientes. Es probable que esta revolución cambie la forma en que hacemos las cosas, pero también podría afectar cómo los clientes interactúan con ellas y las experiencias que esperan tener mientras llevan a cabo esa interacción con las empresas. Más allá de eso, podría generar cambios en la fuerza laboral, como ya dijimos en la primera parte, lo que requeriría nuevas capacidades y roles.
Además, las tecnologías relacionadas con la Industria 4.0 también pueden conducir a productos y servicios completamente nuevos. El uso de sensores y dispositivos portátiles, el análisis y la robótica, entre otros, permitirán mejoras en los productos de diversas maneras, desde la creación de prototipos y pruebas hasta la incorporación de conectividad a productos previamente desconectados. Estos cambios en los productos se traducen, a su vez, en cambios en la cadena de suministro y, consecuentemente, en los clientes.
Cómo esto vaya a afectar a las organizaciones es algo que tendrá una componente general y una componente particular de cada empresa. Dependerá del sector, de lo preparada que esté la empresa, de la mentalidad de sus dirigentes y empleados a comenzar un entorno disruptivo, de su cultura de innovación y aceptación de cambios, que a su vez dictaminará la velocidad y el ritmo de esa adaptación, de la capacidad económica de las mismas, etc. En general, se pueden entender tres planos de afectación:
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General de la economía o de sector. Además del cambio en el que las empresas operan y en la producción de bienes, la Industria 4.0 afecta a todos los agentes del ecosistema (los proveedores, los clientes, las consideraciones regulatorias, los inversores, terceros…), porque estas tecnologías permiten interacciones entre cada punto de una red.
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Particular de las organizaciones o empresas. La capacidad de ajustarse y aprender de los datos en tiempo real puede hacer que las organizaciones sean más receptivas, proactivas y predictivas. Asimismo, permite a la organización reducir sus riesgos en materia de productividad.
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Particular individual de cada trabajador. Hay dos planos en este sentido:
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Capacitación profesional. La Industria 4.0 puede significar diferentes cosas para cada uno. Por ejemplo, para los empleados puede significar un cambio en el trabajo que van a realizar, mientras que para los clientes significaría una mayor personalización en los productos y servicios que satisfagan mejor sus necesidades.
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Emotivo. A la luz de lo anterior, muchos lo verán como una oportunidad de estudiar nuevas carreras que surgirán al albur de este fenómeno, o de reciclarse si están dentro del sistema, etc. Pero no es menos cierto que otros muchos, sobre todo en empleos de menor cualificación con menores posibilidades de reciclaje, lo verán como una amenaza.
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El último punto no debe ser en absoluto desdeñable, por lo que representa de freno de la implantación de la Industria 4.0 en las organizaciones. Las fuerzas sociales representativas de la fuerza del trabajo, en sociedades sindicalizadas, que son aquellas que están fundamentalmente en países democráticos no anglosajones, pueden ejercer una importante presión pública y política ante las reticencias existentes. No cabe duda de que en el marco político será fundamental un apoyo firme y sin fisuras a este fenómeno por parte de instituciones y partidos, no sólo con la boca pequeña y para recibir los fondos de la Unión Europea porque exigen proyectos de este tipo para darlos. Esto es movimiento estructural, no coyuntural o de oportunidad.
Los beneficios más importantes que la industria puede obtener de este fenómeno son de diversa índole, pero fundamentalmente se pueden aglutinar en dos grupos:
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Beneficios internos -> aquellos que van a permitir una optimización de los procesos y consiguientemente también de los productos. La inmediatez de los datos en tiempo real, la toma de decisiones automatizada en base a los algoritmos de inteligencia artificial, etc., van a conllevar incrementos de eficiencia y productividad, reducción de defectos, incremento en la seguridad de las instalaciones, reducción de los problemas medioambientales, gestión financiera y particularmente de caja, tan importante en estos tiempos y a partir de ahora, y sobre todo el control del Supply Chain o cadena de suministro (proveedor, planificación, stocks y almacenamiento, y la cadena logística) y otras indudables ventajas a nivel interno.
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Beneficios externos -> el fenómeno de la Industria 4.0 aportará la posibilidad de generar nuevos productos y servicios. Diagnósticos de maquinaria a distancia sin necesidad de técnicos que se desplacen a las instalaciones de los clientes, servicios de mantenimiento programados, atención más inmediata a las necesidades de los clientes, reaccionando de manera más rápida a éstas e incluso en algunos anticipándose a las mismas, lo que provocará una interacción más fluida y de más calidad entre el cliente y el proveedor.
Un efecto importante que se puede dar en nuestra industria es la reducción de la importancia del tamaño. Sabemos que tenemos dos grandes problemas en la industria, a los que ya he hecho referencia en otros artículos, y que son, como digo, sobradamente conocidos:
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El peso de la industria española en el PIB es del 14%, 11% si solamente contamos la manufacturera. Esto es muy bajo comparando con los países más punteros, como Alemania en donde ronda el 25%.
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Incluso en las zonas de mayor industrialización de España, como es el caso de Cataluña (18%) y todavía mayor en el País Vasco (casi el 25%) existe un problema de tamaño. Ya hablamos en su día de los impactos que esto produce en términos de competitividad y de poder de decisión sobre las filiales que se encuentran implantadas en nuestro país.
Recuperar esta situación que se ha gestado durante muchos años no va a ser sencillo ni se va a conseguir en poco tiempo. Exige recursos, políticas activas de reindustrialización y apuestas claras que de momento no se ven en el panorama actual español. Pero no es menos cierto que la Industria 4.0 reduce el impacto del tamaño y del despliegue del tejido industrial. La atención a distancia, la nueva interacción con el cliente, el control de las variables del proceso productivo y de toda la cadena de suministro, todo ello en tiempo real, hace que el tamaño y el posicionamiento importen menos, una vez implantado el sistema. Naturalmente, hasta llegar al punto óptimo de implantación hay un camino en el que el músculo financiero y de recursos humanos y materiales será un activo importante.
Lo que parece que está fuera de toda duda son las enormes ventajas operativas y de gestión que la Industria 4.0 trae consigo. A estas alturas, con mayor o menor énfasis y en mayor o menor medida, casi todo el espectro industrial está de acuerdo en que es una apuesta segura. Naturalmente, presenta una barrera de entrada: esta apuesta es muy intensiva en capital. Ello hace que las empresas no deban encontrarse solas en la misma. La industria no es la única beneficiaria de todo lo que está en juego: lo es toda la sociedad. Y por ello, es lógico y de alguna manera es justo que el esfuerzo sea colectivo, y que las empresas industriales recorran este camino acompañadas por los clústeres, asociaciones y organizaciones de empresas y trabajadores y por supuesto, por los poderes públicos. Es un proyecto de industria, pero sobre todo es un proyecto de sociedad. De lo contrario será otra vez más, un vano intento de revitalizar el sector que ha quedado encallado. Y volveremos de nuevo al punto de partida.