Antes de nada, al igual que hicimos en la segunda parte de esta serie de publicaciones, es bueno que recordemos a qué nos referimos cuando hablamos de industria: es la actividad que tiene como propósito transformar las materias primas en productos elaborados o semielaborados, utilizando una fuente de energía y en muchas ocasiones mediante un aporte de mano de obra.
En las dos anteriores publicaciones hemos sido claros: España tiene que afrontar el cisne negro del Covid-19 en una situación de vulnerabilidad mayor que otras economías debido no solo a los desequilibrios de su sector público, también al menor tamaño de sus empresas. Una asignatura pendiente que ya en la última crisis de 2008, se puso de manifiesto que habría que abordar, pero quedó olvidada con la llegada de la recuperación.
A esto se une que la industria europea se hunde. La paralización de la industria ha alcanzado niveles sin precedentes debido a la pandemia. Ha llegado hasta un 12,5% entre febrero y marzo. Para hacernos una idea, en el peor momento de la crisis financiera, este indicador llegó a caer un 4%, a principios del año 2009, y nunca profundizó más de ese nivel.
Todo lo anterior indica que además de las medidas de estímulo eco-financiero que los gobiernos y la Comisión Europea están preparando, la industria necesita de un tratamiento especial si no queremos que esto sea una auténtica debacle. Ahora es cuando hay que demostrar la resiliencia de nuestras empresas industriales, su imaginación y su fortaleza.
Hasta aquí las noticias de índole general, que se están transmitiendo en los mercados y que en nada ayudan el renacer de la economía. Vamos con partes más positivas, aquellas que están en nuestras manos y sobre las que poseemos un control completo en la mayoría de los casos, si no en todos.
Nosotros, los directivos de esas industrias, llegamos hasta donde llegamos. Pero eso no quiere decir que no podamos hacer nada, ni que tengamos que quedarnos de brazos cruzados ante la actual situación, Lejos de eso, propongo una serie de elementos para lidiar con la crisis:
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No nos paralicemos. No hacer nada es la peor de las opciones. Hay que hacer algo, aun a riesgo de equivocarse. Colocarnos en una expectativa absurda marcada por un pesimismo enfermizo y contagioso de que todo está fatal, aunque puntual y coyunturalmente sea cierto, y de que va a ir a peor (esto no tiene por qué ser así) hace que así sea muy difícil avanzar.
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En relación con lo de arriba, recordemos que esta crisis es temporal. Ni es la crisis de 2008, ni España es la misma. Tres datos nada más para ilustrar lo que digo:
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No tenemos un déficit por cuenta corriente de 100.000 millones de Euros que nos obligue a pedir a otros países esa cantidad cada año para preservar nuestro consumo. En este momento tenemos superávit en la balanza corriente.
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El hecho de no estar sometidos al peso del ladrillo que teníamos en la anterior crisis, también puede influir de cara a poder salir de una forma un poco más optimista. No estamos con un sector constructor e inmobiliario que suponga el 17% del PIB español como sí ocurría en 2008, sino que estamos con una actividad muy normalita y muy poco dependiente.
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Europa nos va a ayudar. Todavía no sabemos cómo ni de que cuantía serán las ayudas. De nosotros dependerá utilizarla de forma cabal o para subvencionar políticas industriales caducas y obsoletas. Pero el tipo de solución de la que estamos hablando es el tipo de solución que están aplicando todos los países de Europa, incluido Alemania.
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Aprovechemos las oportunidades que toda crisis esconde. Dijo Einstein: “en medio de la dificultad, reside la oportunidad”.
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Tengamos la autoestima en su justo lugar. Una crisis de incertidumbre como la que nos salpica puede hacernos cuestionar cosa como si lo que hacemos o hemos hecho lo hemos llevado a cabo de la forma correcta. O si tenemos alguna culpa de que nos esté pasando esto. Dos reflexiones respecto a este importante punto:
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Lo estamos haciendo tan bien o tan mal como lo estábamos haciendo antes de que se oyera la palabra COVID. Por tanto, la misma confianza que teníamos en nuestro desempeño como ejecutivos la debemos seguir teniendo. Eso, como mínimo.
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Fuera fustigamientos innecesarios. Nadie se merece una crisis como ésta. Pero ha llegado, y que se quede o no depende de nosotros también. Cuanto antes volvamos al punto cero, como hemos dicho antes, mejor. Así que empleemos el tiempo en lo que da valor.
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Apliquemos el principio de Pareto. No podemos disparar sobre todo. Hay que ser selectivos en el 20% que incide sobre el 80% de los problemas. Lo difícil es saber cuál es ese 20%.
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No vendamos a cualquier precio. Esto no es una crisis de gestión, por lo tanto no hay que destrozarla con políticas cortoplacistas que traigan nefastas consecuencias a medio-largo plazo.
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Tengamos un plan de comunicación, que combine:
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Evitar la falsa normalidad: no es verdad que todo sigue igual. Lo que está pasando es muy grave, y va a costar mucho esfuerzo y sacrificio salir. Y hay que saberlo, interiorizarlo y comunicarlo.
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Comunicar esperanza, exhibiendo emociones. La industria la forman personas que se alegran ante buenas noticias, se apenan antes las malas y se preocupan ante el futuro.
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Es el momento de la productividad y la eficiencia. Y sobre todo, de la gestión rigurosa, por índices que, convenientemente elegidos nos ilustren sobre la situación real de la compañía. Ahora, cuando tenemos tantas restricciones a la normalidad laboral es el momento de hacer más con lo mismo, o cuando menos, lo mismo con menos. Repesquemos todos los planes y programas de Lean Manufacturing, 5Ss, VSM, Kanban, etc.
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Accedamos a todas las ayudas posibles. A todas. Disparemos a todo lo que se mueve, porque aunque muchas, seguirán siendo escasas. Siempre estamos a tiempo de devolverlas.
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Seamos creativos e ingeniosos. Si hemos sido capaces de adaptarnos al teletrabajo o montar hospitales en tiempo récord, podemos hacer lo mismo con esta situación. Este es el país del ingenio. Demostrémoslo, para lo bueno.
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Seamos positivos. Saldremos de esta. Hay que estar razonablemente preocupados, pero esta crisis no pone en cuestión lo que hacemos o hemos hecho. Solamente es una oportunidad de reformar y resituarnos.
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Y por último, pidamos ayuda. Si no tenemos los resortes de gestión de la situación hay muchos mecanismos externos que nos pueden ayudar.
Debemos preguntarnos si nuestras empresas están preparadas para ello. Si sabemos cómo hacerlo. Y si necesitamos ayuda para despejar los árboles y ver el bosque. Si la respuesta es positiva, adelante, no lo pensemos más. Pero si no o dudamos, no tardemos en pedir ayuda. El tiempo es oro, y ahora más que nunca.