ERTE y desempleo: ¿Cómo abordar la disyuntiva? ¿Están los ERTEs aquí para quedarse?

Si hay un acrónimo que está de moda de un tiempo a esta parte, ese es ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo).

Se ha anunciado recientemente que los ERTEs se alargan hasta el 31 de mayo de 2021. Sin duda, ha sido una noticia celebrada por toda la sociedad, no sólo porque sale de la negociación de los agentes sociales, algo que se ha convertido en una recurrente y agradable novedad, sino porque todo el mundo está de acuerdo en la bondad de esta fórmula, que tan poco se ha utilizado hasta ahora. De hecho, eran unos completos desconocidos, salvo en grandes empresas de la automoción, al menos tal y como los concebimos hoy en día.

Que los ERTEs han sido un éxito hasta ahora es algo que no cuestiona nadie o casi nadie. Precisamente la pregunta es qué va a suceder cuando desaparezcan. Se habla de “economía y empresas subvencionadas o asistidas”. Se habla de una escalada de concursos de acreedores, muchos de los cuales como sucede frecuentemente en este país, acabarán en cierres de empresas. Pero de eso ya nos ocuparemos a su debido tiempo. En este momento, la patronal, los sindicatos, el gobierno y la gente en general están aplaudiendo la fórmula que he permitido salvar una gran cantidad del empleo de este país. No olvidemos que casi 4 millones de trabajadores están o han estado sujetos a esos ERTEs.

Además, se ha producido un cambio psicológico en la sociedad. Se ha pasado de pensar en la palabra ERTE como el comienzo del fin de una empresa, que al final desemboca en un ERE (Expediente de Regulación de Empleo) de extinción de la empresa a comenzar a verlos como una herramienta de sustentar a las empresas mientras están pasando por momentos coyunturales complejos.

Las ventajas radican, como es sabido, en el hecho de que las empresas no pagan salarios ni gran parte o nada de las cuotas de sus empleados, mientras que los trabajadores mantienen el 70% de su salario incluso después de haber transcurrido 6 meses y no consumen paro. Este último punto es importante, no sólo para todos y cada uno de los individuos que están en ERTE, sino para computar y en este caso evitar formar parte de las cifras de parados oficiales, lo que sin duda satisface al poder político.

Es por lo tanto una fórmula que visto el éxito merece la pena cuestionarse si está aquí para quedarse o ha sido “flor de un día” durante la pandemia. Conforme va pasando el tiempo, parece más lo primero que lo segundo. Porque sí, sus detractores aducen que es una fórmula cara, pero quizás no tan cara como mantener a los trabajadores con las prestaciones de desempleo, algo que nunca se cuestiona porque se considera un derecho. Y aunque así fuera, no cabe duda de que presenta ventajas importantes, como ya estamos viendo.

El Gobierno español prepara una legislación en la que primarán los contratos indefinidos en detrimento de los eventuales, que estarán sujetos a regulaciones más férreas que las actuales. Por tanto, se perderán mecanismos de flexibilidad, y a veces también de fraude, que deben ser compensados de alguna manera para que las empresas no pierdan competitividad y ganen flexibilidad y adaptabilidad a los tiempos cambiantes actuales.

Como siempre en estos casos, no somos pioneros en inventar y desarrollar estas fórmulas. Hay fórmulas ya inventadas en otros países, incluso cercanos geográficamente, que llevan mucha distancia recorrida en este tema. Pondremos ejemplos de cómo funcionan estas ayudas en otros países.

Desde luego, si en algo parece que estamos todos de acuerdo es que dar estas ayudas a las empresas para que sus empleados estén en sus casas sin hacer nada parece bastante absurdo. Y por ello, hay un consenso bastante generalizado en que los períodos de ERTE deberían ser utilizados por las empresas para la formación de los trabajadores, de forma que unas y otros solamente podrían acceder a esas ayudas si aceptan esta condición. Se alcanzarían varios objetivos a la vez.

Otro asunto espinoso es cómo llegan estas ayudas a los interesados. Una de las quejas que ha habido y hay en este tema durante esta crisis es la lentitud de la llegada de esas ayudas, cuando no, que simplemente no llegan. Están los telediarios llenos de noticias en donde ese indica que un porcentaje nada desdeñable de personas no ha cobrado las prestaciones todavía. Se habla de colapso administrativo por la cantidad, pero en cualquier caso, parece que no es la fórmula adecuada.

En otros países de nuestro entorno, como Alemania, Bélgica, Italia, Dinamarca, etc., el dinero se da a la empresa y es ella la encargada de abonar las nóminas de los trabajadores, por lo que no se producen ni errores ni retrasos en los pagos.

Otro aspecto de polémica es el hecho de la exigencia a las empresas de que no puedan despedir y contratar, hacer horas extras o repartirse dividendos. Es cierto que son condiciones que en otros países no se ponen, pero no es menos cierto que tenemos menos tradición y cultura en la utilización de estas ayudas, por lo que el Gobierno quiere tener especial celo en la aplicación de las condiciones d ellos ERTEs.

Si me preguntaran a mí diría que hay algunas condiciones que parecen más razonables que otras:

  • Se me hace complicado por ejemplo pensar en que los accionistas se puedan repartir dividendos mientras reciben ayudas que en definitiva, son para la subsistencia de la empresa.

  • Pienso que también se puede entender que no despedir a trabajadores nada más haber sido objeto de subvenciones con dinero público sea lógico, aunque a mí, el plazo de seis meses se me antoja largo, sobre todo en determinadas épocas del año.

  • Contratar personal nuevo recibiendo dinero porque hay una caída importante de los ingresos es un contrasentido.

  • Esto último es aplicable a las horas extras, aunque sí defiendo su existencia en momentos especiales, independientemente de que se esté en ERTE o no. Me parece que prohibirlo por ley demuestra que quien la redacta y aprueba no sabe muy bien cómo funcionan las empresas y lo que es gestionarlas.

Lo que sí está claro es que hay algunas cosas que están aquí para quedarse. La exoneración de las cotizaciones no está bien vista con carácter general, especialmente por los sindicatos, aunque nadie discute que deba aplicarse este principio en los casos de fuerza mayor. Para el resto, es bueno hacerlo caso por caso, porque no hay dos iguales, y es indudable que hay que aplicar el principio de que lo que a uno se le da a otro se le quita, porque no hay fondos para todos.

Si miramos el panorama en otros países de nuestro entorno, vemos que en general, las condiciones son más generosas que en España y que en varios de ellos hay una estructura ya asentada de este mecanismo, pero que en todos se ha modificado o reactivado para el caso particular del período de pandemia. Vamos con ello:

Alemania

Es donde hay mayor tradición con este mecanismo (lleva en funcionamiento desde 1924). En 2016 se aprobó que su duración fuera de 12 meses, aunque ahora se ha ampliado a 21, o hasta el final de 2021. En condiciones normales, la Agencia Federal de Empleo cubre el 60%, o el 67% en caso de tener hijos, aunque también esto ha tenido una modificación. Inicialmente es del 70% y 77% respectivamente para pasar al 80% y 87% cuando se ha sobrepasado el tiempo de 6 meses utilizando esta fórmula.

Italia

En octubre, el gobierno anunció un plan por 1.600 millones para este menester. El trabajador recibe del Estado hasta el 80% de su sueldo ordinario. Esto se ha aprobado hasta mediados de este mes de enero, pero con toda seguridad se va a alargar. De hecho ya estaría hecho si no se hubiera producido la enésima crisis política en el país, que ha puesto contra las cuerdas al gobierno.

El caso italiano presenta muchas similitudes con el español, ya que con la excepción de la parte norte, muy rica e industrial, el turismo es un sector de un peso muy alto en el PIB, y las mejores estimaciones, como en España, hablan de que incluso la Semana Santa está en el aire.

Francia

Todos sabemos de la generosidad del sistema de nuestros vecinos. En 2020 recibieron el 60% de su último salario bruto o 70% del neto, con un tope de 4’5 veces el SMI. Luego el 60% del último bruto o 72% del neto. Hay dos casos en donde se percibe el 100%:

    1. Quienes cobren el SMI.

    2. Aquellos que hayan sido obligados a cerrar administrativamente, como bares y restaurantes.

Bélgica

Se cobra el 70% del sueldo bruto., con un máximo de 2.754, 76 €. Más 5,63€ de complemento por día sufragado. También hay un cheque-consumo de 300€. Los autónomos están cubiertos hasta 2.583,4 € o 3.228,2€ en caso de tener hijos. Por último, hay una prórroga en el pago de los impuestos.

Reino Unido

Se puede solicitar hasta el 80% del sueldo bruto, máximo 2.800 € mensuales, por cada empleado y debe contribuir con Seguridad Social y pensiones. Normalmente, y aunque hay algunas que lo hacen, pocas empresas complementan el 20% restante. Una cosa curiosa es que el trabajador tiene que dar el visto bueno, y o hay límite en el número de trabajadores. El autónomo puede solicitar hasta el 80% de los beneficios del último ejercicio, con un tope de 8.800 € al mes y durante un período de tiempo.

Viendo estos casos, se ve que hay mucha variación, pero también que en primer lugar, son fórmulas implantadas desde hace tiempo, generalmente son suficientemente generosas, y tienen la implicación de todas las partes. Es una opinión generalizada que si bien es una fórmula cara, mucho más lo es el desempleo, además del coste social que comporta.

Por tanto, y como conclusión, yo diría que como colofón y conclusión a todo esto, hay que destacar los siguientes aspectos:

  • Esta fórmula está aquí para ser estudiada, lo que no significa que vaya a quedarse como está, ni mucho menos. Pero ya es un comienzo.

  • Debe dotársele de agilidad en el cobro por parte de los interesados, seguramente utilizando fórmulas ya experimentadas en otros lugares.

  • No debe ser entendido como una subvención, sino como un estadio que sirve a las empresas para pasar momentos puntuales, y a los trabajadores para evitar el desempleo y poder completar su carrera con acciones formativas.

  • Hay que saber muy bien a quién y por qué se dan estas ayudas públicas. En estos momentos, la economía cae 4 veces más que el empleo, cuando normalmente deberían ir a la par. Y por ello, los árboles no nos dejan ver el bosque. Pero esto pasará y las ayudas deberán volver a ser individualizadas, con gran rigor y minuciosidad en la concesión de las mismas.

  • No se trata de salvar “muertos”, sino empresas viables, con gestiones adecuadas, y que merecen ser conservadas porque contribuyen el bien común y a la riqueza social, y que pasan por momentos de apuros.

Teniendo todos claro de qué estamos hablando y cómo lo debemos aplicar, la aplicación de los ERTEs es una fórmula muy interesante, testada y que puede ayudar a mejorar la flexibilidad en el empleo para evitar la sangría permanente económica y social que suponen los más de 3 millones de parados que tiene este país.