La inteligencia del líder experimentado. Segunda (y última) parte – Inteligencia cristalizada vs. inteligencia fluida

En el artículo anterior, esbocé una serie de datos y ejemplos, llegando a la conclusión de que la diferencia entre otros países en donde la experiencia del líder es un valor y nosotros, está en que allí se valora lo que se llama la inteligencia cristalizada, mientras que aquí se hace lo mismo, pero solamente con la inteligencia fluida.

En este artículo pretendo explicar la diferencia entre ambos conceptos y por qué, mediante el entendimiento conceptual de ambos términos, es importante valorar la inteligencia cristalizada del líder experimentado, que es el objetivo final de esta serie de dos artículos.

Comencemos:

Hoy en día, nadie cuestiona la plasticidad de nuestro cerebro, ya que su desarrollo permanece activo toda la vida, de la misma forma que lo hacen otros órganos del cuerpo humano.

Pero al igual que estos, no todos los cerebros lo hacen de igual manera. Hay dos tipos de factores que influyen en nuestra salud mental:

  1. Los genéticos, la edad, etc.

  2. Lo bien que la tengamos, cómo la cuidemos y cómo la ejercitemos.

Gracias a todos los avances científicos en el campo de la resonancia magnética y la psicología, se puede decir que la plenitud de nuestra inteligencia se da entre los veinte y los treinta años, y después va cayendo poco a poco. Es lo que se llama la inteligencia fluida, la que nos ayuda a resolver problemas nuevos, la que nos guía por un pensamiento fundamentalmente racional, característico de la gente joven.

Pero hay otro tipo de inteligencia que es la llamada inteligencia cristalizada, la cual, a diferencia de la anterior, va creciendo y mejorando con la edad. Se caracteriza porque en lugar de utilizar los recursos naturales, propios de la juventud para resolver problemas, lo hace a través de la experiencia adquirida, y se alimenta de la inteligencia fluida que antes hemos mencionado.

Por eso, dependiendo de cómo hayamos cultivado la inteligencia fluida, de la gimnasia y los ejercicios mentales a los que hayamos acostumbrado a nuestra mente, fundamentalmente durante la primera parte de nuestra vida (más o menos hasta los cuarenta años) obtendremos una mejor o peor calidad de inteligencia cristalizada.

Para entendernos con facilidad, la inteligencia fluida es un disco duro que tiene poca capacidad, ya que no la necesita, dado que todavía no ha acumulado información suficiente para rellenar un disco duro de altas capacidades. Sin embargo, tiene mucha rapidez. Por el contrario, la inteligencia cristalizada tiene menos velocidad, no le hace falta, pero una gran capacidad de almacenamiento, fruto de las experiencias vividas.

Lógicamente, nos encontramos con personas de todo tipo, generalmente clasificados en cuatro grupos, a saber:

  1. Hay personas que en su juventud tuvieron una gran capacidad cerebral, de inteligencia fluida, y que posteriormente han ido acumulando mucha experiencia, con lo que en su madurez tienen una gran inteligencia cristalizada. Son aquellos para quienes vivir más significa aprender más. Son las personas que tiene un reconocido prestigio como sabias cuando son mayores.

  2. Los hay también que habiendo tenido una gran capacidad cerebral no han aprovechado su vida para aprender más, lo que unido al hecho de que la inteligencia fluida va desapareciendo con la edad, hace que no puedan ser calificados de personas sabias cuando son mayores.

  3. Un tercer grupo son aquellos que sin haber tenido una gran capacidad cerebral, o sin haber desarrollado una alta inteligencia fluida en la franja vital a la que antes nos hemos referido, han sabido reorientar sus vidas hacia un aprendizaje y una mejora continua en base a sus experiencias, lo que les otorga una inteligencia cristaliza más que aceptable. Personalmente son personas que creo que tienen mucho mérito.

  4. Por último, los hay que ni una ni otra. Lamentablemente, los ejemplos que podemos poner sobre este grupo no son ni uno ni dos.

Aunque estos dos artículos no van de esto, con estas reflexiones es también sencillo de entender el impacto del alto desempleo juvenil en el país, que impide un ejercicio de adecuado de la inteligencia más temprana en la siguiente. Pero es objeto de otro tipo de estudio que no es éste.

Las experiencias adquiridas, que son las que transforman una determinada inteligencia fluida en una interesante inteligencia cristalizada, nos dotan, entre otras cosas, de:

  1. Intuición.

  2. Resiliencia.

  3. Calma.

  4. Visión panorámica de las cosas.

  5. Escucha activa y empática.

  6. Capacidad de consensuar opiniones diferentes.

  7. Apertura a la vulnerabilidad, empatía y cercanía en el cuerpo a cuerpo.

  8. Capacidad para desmenuzar problemas complejos en un listado de problemas menos complicados.

  9. Responsabilidad a la hora de tomar decisiones complicadas.

  10. Saber distinguir lo urgente de lo importante.

  11. Saber interpretar la parábola de la serenidad, es decir, entender rápidamente lo que funciona y no hay que tocar, tan sólo mejorar, de lo que no funciona, y por lo tanto, debe abordarse plenamente.

  12. Y otras más.

Hay un apartado, que considero fundamental en la gestión de las organizaciones industriales, que es la autoconfianza, la autoestima. Y me refiero a la unida al conocimiento propio. Los expertos la definen como el cociente entre logros y las aspiraciones y deseos.

Es fácil colegir de la definición anterior que la inteligencia cristalizada, debidamente cultivada dota a su tenedor de una alta autoestima, lo que provoca una alta autoconfianza, puesto que los logros son mayores, y las aspiraciones son, quizás no menores, pero sí menos abstractos, más concretos, que en fases tempranas de la vida.

Esto es muy importante para abordar retos complejos y llenos de obstáculos, como son los que tenemos enfrente en el momento presente. Y es que el resultado de todo ello es, y se percibe con claridad en las personas con una alta inteligencia cristalizada, la capacidad de tomar decisiones acertadas en fracciones de segundo.

Todo esto no es consustancial a una posición social, o a haber tenido más o menos oportunidades en la vida. Tiene bastante más con haber sabido aprovechar las que se han presentado. Las oportunidades en sí no son buenas ni malas. Somos nosotros quienes las transformamos en unas u otras en función de cómo las aprovechamos y para qué las utilizamos.

La conclusión de lo que hemos comentado a lo largo de estos dos artículos es que para conseguir una adecuada inteligencia cristalizada hacen falta tres factores:

  1. Haber sabido ejercitar una correcta inteligencia fluida en el momento en el que ello se puede hacer.

  2. Tener suficiente experiencia vital como para la inteligencia fluida cristalice en una adecuada y potente inteligencia cristalizada.

  3. Que es difícil entender la una sin la otra.

Y todo esto es justo lo que este país no potencia. Más bien al revés, orilla, al no hacerse cargo de la forma adecuada de las personas que han llegado a poder ejecutar la acciones y experiencias inherentes a ambas inteligencias. Sin duda, un error que como he dicho antes, estamos ya pagando caro y del que tardaremos mucho tiempo en rehacernos.

Y es que en definitiva, como dijo Abraham Lincoln, <<al final, no son los años de tu vida los que cuentan, sino tu vida en esos años>>.