Va por ellos. Por los empresarios

Salimos a diario a los balcones y ventanas de nuestras casas, a las 20 horas, a aplaudir a los sanitarios, bomberos, policías, camioneros, empleados de supermercados, etc., por todo el bien que están haciendo por nosotros. Sigamos haciéndolo. Se lo merecen. Lo dan todo para que cuanto antes salgamos de ésta. Una de mis hermanas es médico geriatra, tiene una residencia en el pueblo donde vivimos, y cada día aplaudo también por ella. Para que venga intacta después de un día entre un colectivo vulnerable, como son los ancianos de su centro, quienes por cierto hasta el momento no se han visto afectados. Toco madera. Por eso entiendo la preocupación de familiares y amigos que tienen en estos colectivos a algún ser querido. Y seguro que entre los aplaudidos hay más colectivos que los que he mencionado. Mis disculpas por el olvido.

Hoy he tenido ocasión de hablar con un empresario. Un hombre que gestiona su negocio con ideas claras, con determinación y coraje, como corresponde a un empresario moderno. Y me he dado cuenta de que si hay un grupo olvidado en el imaginario colectivo, un grupo que no entra en los aplausos, está el de los empresarios, fundamentalmente los pequeños. Los autónomos que abren todos los días sus negocios, y ven cómo han bajado los pedidos, cómo no entra nadie o casi nadie en la tienda, cómo las facturas se acumulan y las obligaciones no cesan. Y cómo pesa no saber si serás empresario mañana o pasarás a ser asalariado de la empresa más grande del Estado, esa que se traga a sus hijos de una forma descarnada e impenitente.

En estos tiempos en los que tanto se habla de reinventarse, de resiliencia, de distopía, de liderazgo, de aplicar nuevos métodos de gestión, como si de repente los viejos no valieran, yo he preferido irme a algo mucho más básico. Al ser humano que sufre, que lo está pasando mal, pero que su raza de empresario le impide echar la toalla, bajar la cabeza y aceptar lo que viene. Él o ella, que tantas veces se ha levantado conformándose con que cada día sea mejor que el anterior. No se van a doblegar.

Yo hoy he salido al balcón de mi casa, y desde mi confinamiento, he aplaudido por todos ellos. Por su fuerza, por su coraje, por su lucha, por cómo sobrellevan su angustia, por ser los grandes olvidados a quien nadie ayuda. Para que sientan el calor de mi ánimo, con lo mucho o lo poco que yo pueda hacer, para que vean que no están solos, para pelear por nuestro mañana, y no solamente por hoy, para que detrás de la oscuridad salga la luz. Para que todos juntos podamos con esto. Pero sobre todo para que mañana a las 20 horas pueda volver a aplaudir a todos ellos, sin que falte ninguno, sin que ninguno haya dejado de ser lo que quiere ser: empresario. Será la mejor señal.