¿Deben pagar tributos los robots por «trabajar» en la industria?

Traigo aquí una cuestión que ha suscitado no pocas discusiones entre los técnicos de la administración, opinadores políticos, tertulianos, empresarios, sindicatos, etc.

Traigo aquí una cuestión que ha suscitado no pocas discusiones entre los técnicos de la administración, opinadores políticos, tertulianos, empresarios, sindicatos, etc.

De hecho, si miramos las siglas de dos de los tributos empresariales y personales más importantes, vemos que el IRPF es el acrónimo del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas y la SS el de la Seguridad Social. Los otros dos serían el IVA y el Impuesto de Sociedades que graban el valor añadido y los beneficios empresariales, respectivamente, y por tanto, no directamente sometidos a esta polémica, ya que se generan tanto si quienes operan con los productos son personas o robots (independientemente de la cuantía unitaria y global de ambos impuestos, que seguramente, aunque no en todos los casos, será mayor en el segundo).

Parece entonces que la cuestión que se plantea en el artículo no tiene un pase, como se dice coloquialmente. Porque dar una personalidad digital o jurídica a cada dispositivo suena del todo descabellado. Pero a medida que va tomando cuerpo la posibilidad de que eso exista, empieza a instalarse la inquietud y la incertidumbre en los grupos de interés.

Los sistemas digitales y los robots son máquinas inteligentes que se están expandiendo a un ritmo vertiginoso. Las cifras anuales en la automatización de los puestos de trabajo auguran que en los próximos años el aumento va a ser mayor. Según McKinsey Global, para el año 2030 el 20% de los trabajos a nivel mundial habrá sido automatizado, mientras que para 2040, la cifra alcanzará el 47% de los empleos, según un estudio de la Universidad de Oxford.

Recientemente, hicieron una entrevista en un medio de prensa escrita a la Presidenta del Pacto de Toledo y ex Ministra de Trabajo y Seguridad Social, Magdalena Valerio, a raíz del acuerdo alcanzado en el seno de dicho pacto por todos los grupos políticos del arco parlamentario español, excepto Vox.

En dicha entrevista, se le preguntó directamente sobre lo que en ese acuerdo se indicaba o traslucía acerca de la posibilidad de que hubiera un impuesto a los robots. La Sra. Valerio respondió que aunque no se decía eso, en el acuerdo si se indicaba que “el reto pasa por encontrar mecanismos innovadores que complementen la financiación de la Seguridad Social para corregir una excesiva dependencia de las cotizaciones en un escenario productivo y demográfico distinto al del siglo XX. Así se reforzaría la estructura financiera del sistema”.

Proseguía la Sra. Valerio indicando que “a lo mejor no es un impuesto a los robots, pero a lo mejor sí a las empresas que están muy mecanizadas, muy robotizadas, que tienen que hacer un plus de contribución.”

Toda esta declaración va en la línea de lo indicado por la comisión europea, que ya trabaja desde hace tiempo en desarrollar una directiva que identifique y acuerde una serie de normas civiles respecto a la robótica.

La polémica, pues está servida. Detractores y partidarios de la medida ya han salido a la plaza pública a esgrimir razones en uno y otro sentido. Hay van algunas de ellas:

  • En cuanto a quienes están a favor de esta medida, entre los que está el mismísimo Bill Gates, el mayor argumento es que los robots ocupan un puesto de trabajo, que sustituyen a personas que tributan, y por lo tanto, estos también deben hacerlo.

  • Quienes están en contra indican que esto penaliza a las empresas innovadoras, y les disuade de realizar cambios, o por lo menos los ralentiza.

Mi opinión es que el progreso no se puede parar. Les podemos llamar robots, o podemos llamarles sistemas de ayuda al trabajo humano. Pero son necesarios. Y el ser humano, cuya capacidad de invención es infinita y siempre en la línea loable de aspirar a vivir mejor, no va a dejar de inventar ese tipo de ayudas. Y me surgen muchas dudas:

  1. ¿Van a pagar más IRPF las familias que disfrutan de ayudas similares, como los sistemas de limpieza autónomos o para hacer la comida, reduciendo las horas de las personas que trabajan en sus casas?

  2. ¿Van a pagar más los hoteles, que utilizan sistemas similares a los caseros, pero en mucha mayor cuantía, reduciendo el número de limpiadoras, cocineros o recepcionistas?

  3. ¿Qué ocurre con las gasolineras que no tienen empleados? ¿Y los peajes de las autopistas sin personal en las cabinas? ¿Los parkings sin personal?

  4. ¿Qué ocurre con los cajeros automáticos, o con máquinas de líneas de caja que se están introduciendo en los supermercados?

  5. ¿Y los Ayuntamientos, que se ahorran guardias de circulación mediante la puesta de semáforos que regulan la misma, drones que mandan información del tráfico, etc? ¿Y por los camiones de la basura en donde antes iban tres o cuatro personas y ahora el conductor recoge la basura sin salir de la cabina? ¿No deben pagar más por eso?

  6. ¿Es solamente la industria, una vez más, la que tiene que pagar por algo que todos los sectores utilizan para bajar sus costes de una u otra manera?

  7. ¿Por qué se penaliza únicamente a la industria intensiva en maquinaria y no a la que lo es en mano de obra?

En definitiva, la dificultad de acotar el tipo de máquina/robot por el que se debería de cotizar generaría inseguridad jurídica, haciendo necesario crear un organismo que emitiera certificados y, además, controlase las máquinas de las que cada empresa hace uso, con la dificultad que ello conlleva.

Además de las anteriores, hay otras de índole práctica, que también deben ser tenidas en cuenta:

  1. ¿Quién cobra por los tributos “aportados” por el robot cuando éste se “jubila”? Parece una cosa de risa, pero el sistema se basa en aportaciones que luego revierten en el trabajador al final de su vida laboral. ¿Y si el trabajador es un robot? ¿Sólo paga o también recibe?

  2. ¿Se puede parar el progreso mediante medidas como las que se apuntan en ese documento?

  3. ¿Cómo nos pone esto respecto a los países que no cobran este tipo de tributos por utilizar estas ayudas?

  4. Suponiendo que en lugar de la propiedad, un empresario tiene al robot en renting, ¿quién paga el tributo? ¿El empresario o el dueño de la máquina?

Y suma y sigue.

Hay dos tipos de máquinas que pueden ser incluidas en el grupo del que estamos hablando:

  1. Las máquinas automatizadas, que han existido siempre.

  2. Los sistemas digitales controlados por Inteligencia Artificial, que no se encuentran bien definidos.

Pongo tres reflexiones para poner en cuestión la medida:

  1. Creo que existe un consenso social sobre la manera en la que los países deben salir de la crisis en la que nos ha sumido la pandemia del Covid.19. De hecho, los fondos que se van a repartir desde la Unión Europea van en ese sentido. Los proyectos deben ser focalizados en digitalización, economía verde, circular, etc.

  2. La estructura demográfica de España es la que es, y nos estamos quedando sin fuerza del trabajo. En las zonas industriales de España es difícil encontrar oficiales bien formados para desempeñar las tareas que las empresas demandan.

  3. Los puestos de trabajo del futuro exigen preparaciones que no se necesitaban en el pasado. Puestos de mayor cualificación, que sustituyen a otros.

Todo lo anterior me lleva a pensar que esa idea que se esgrime en ese acuerdo no es una buena idea. Me parece que:

  1. Si los robots sustituyen determinados puestos de trabajo es porque debe ser así, porque las tareas que se realizan no aportan valor hechas por un ser humano, desde el momento en que su alto coste las convierte en invendibles.

  2. Los robots o las ayudas al trabajo crean puestos de trabajo cualificados, algo que en este país hace mucha falta, por el efecto tractor que hace sobre todo el sistema.

  3. Que hay determinada fuerza del trabajo que hoy por hoy, no es sustituible. No conozco ningún robot o máquina que sustituya a un buen ajustador o a un buen soldador.

  4. Que por el hecho de que sea más visible, la industria no debe ser la pagana de este tema, cuando se utilizan robots en todos los ámbitos de la sociedad, desde el doméstico, hasta el profesional, pasando por el público. Desde un simple ordenador hasta un sistema sofisticado de medición.

  5. La carga tributaria que soporta la industria ya es suficientemente alta. No hace falta incrementarla.

  6. España tiene tan sólo un 14% del PIB en industria. Y si hablamos de la manufacturera, todavía es inferior, en torno al 11%. Necesitamos dar facilidades para fortalecer el tejido de un sector tan resiliente como el industrial. No, por el contrario, poner más trabas.

  7. Creo que el enfoque de las centrales sindicales es erróneo en esta materia y en general cuando tratan este tipo de temas: en lugar de proteger a quienes ya tienen un trabajo, deberían ocuparse más de que quienes no lo tienen, lo consigan.

  8. Un aumento de robots no tiene que significar necesariamente aumento de beneficios. En algunos casos, es básicamente una cuestión de supervivencia.

Seguramente que hay muchos más argumentos, y no cabe duda que también diferentes a los que yo indico en este documento. Pero sí creo que este tipo de debates hay que plantearlos abiertamente y sin tapujos, no de la forma en la que se hacen.

Es cierto que no es el elemento fundamental del acuerdo, lo que no le resta importancia para los tiempos venideros. Esconderlo da la razón a aquellos que como Rafael Termes indicó allá por 1995 cuando el pacto se creó, que decía que “El Pacto de Toledo es un pacto de silencio para no contar a los españoles la verdad sobre las pensiones”.

Pienso que es una información un poco dramática, y entiendo que el pacto entre todas las fuerzas políticas en torno a un tema tan importante es necesario. Pero gravar un nuevo tributo sobre la industria no es lógico, ni siquiera justo. No es el camino a seguir, aun cuando el problema de las cotizaciones sea un problema complejo y de difícil solución.

Es cierto que muchas personas que en la actualidad tienen un empleo que es susceptible de ser automatizado tendrán que tomar una decisión. Y que la única solución es reciclarse laboralmente o engordar las listas del paro. Las máquinas son precisas, incansables y abaratan el coste de producción, es decir, ahí no vamos a poder competir con ellas.

Ni siquiera todas las centrales sindicales defienden la misma posición en este terreno. Mientras algunas abogan por la fórmula sobre la que versa el artículo, otras apuestan por mejorar la configuración del impuesto de Sociedades para que se refleje la imposición sobre el beneficio de las empresas que obtienen ventajas de la robotización.

Es por ello que creo que debemos mentalizarnos que nuestro futuro laboral debe enfocarse en formarnos en trabajos en los que los robots no van a poder sustituirnos, como son los que llevan adheridos capacidades humanas y sociales, que aporten creatividad, capacidad emocional y liderazgo, además de ofrecer cualidades como la empatía y la intuición.

En definitiva, se trata de convivir con una realidad que ya está aquí, y de encontrar fórmulas de convivencia adecuadas. Y no de poner obstáculos para que no venga. Las circunstancias no se eligen, se afrontan.