Las necesidades de subcontratación de las empresas españolas surgieron a finales de los años 80, principios de los 90 del siglo pasado, cuando desaparecen la gran industria siderúrgica y la no menos grande naval, a la que antes hemos hecho mención, y las empresas se dan cuenta de que pueden hacer variable lo que hasta entonces se consideraba un coste fijo, es decir, el personal de las áreas que la justicia no declaraba como esenciales en una compañía: el mantenimiento, la ingeniería de inversiones y la logística. Se crearon al albur de esto empresas dedicadas a suministrar personal a otras empresas clientes. Y para ello, se desarrollaron una serie modalidades contractuales entre las empresas. Modalidades de las que hemos hablado ampliamente en el capítulo 3.
Estamos en un momento crítico de apuesta por la industrialización del país. Esta crisis nos ha pillado otra vez en una posición de debilidad. Nuestro desequilibrio del sector público, más una excesiva exposición de nuestra economía a los vaivenes cíclicos, hacen que de una vez por todas, la apuesta por la industria en este país sea, no una necesidad, sino algo imperativo. No tengo nada en contra de tener a sectores como la construcción o el turismo como referentes de nuestra economía, pero tenemos que saber a qué nos conduce. Ya he hablado de ello en otros artículos.
Si esto es así, necesitamos buenos profesionales que nutran nuestras industrias, personas que tengan aprecio por lo que hacen y por sector que representan. En el tema que nos ocupa, debemos recuperar el gusto por el oficio, por el trabajo bien hecho. Y eso empieza por la base, con acciones como las siguientes, o similares:
-
Empieza por las escuelas, por prestigiar estos oficios que, siendo tan necesarios, están en el olvido.
-
Necesitamos una colaboración clara entre las empresas y la formación profesional, para que ésta nos nutra a la industria de los profesionales que necesitamos.
-
Hace falta un compromiso de todas las administraciones para primeramente ser conscientes del momento crítico en el que nos encontramos y segundo aplicar políticas que fortalezcan el tejido industrial del país.
-
Tenemos que hacer todos un esfuerzo y un compromiso, desde la base, que son las familias y la escuelas, por dotar de carreras académicas a los estudiantes, dando una orientación clara y sincera basada en sus apetencias, sí, pero también en sus posibilidades.
-
A la luz de lo anterior, no tiene sentido empecinarse en el estudio memorístico que se da en España para personas que presentan características de desarrollo manual. Es una pérdida de tiempo, y un camino abonado a la frustración.
-
Debe existir un plan a nivel nacional que incentive a las empresas para colaborar en la formación profesional. Un plan que dote de incentivos a las empresas que lo hagan, con subvenciones, créditos fiscales, a la formación, etc.,
-
Análogamente, la formación profesional debe conllevar, dentro de su trazado académico, un programa de prácticas realizado en las empresas, como parte de su cumplimiento. No tiene sentido educar personas que no se hayan presentado a los desafíos que se dan en el mundo real.
-
Recuperar la figura del Aprendiz en la Legislación Laboral. Actualmente el contrato de Formación es muy limitante en cuanto a las actividades que puede desarrollar la persona en formación. Entiendo que la legislación actual, trata de evitar abusos y malas prácticas del empleador, pero el resultado es que desmotiva el empleo de los contratos de formación.
-
Ligar los contratos de Aprendizaje al currículum educativo, implementando sistemas de créditos que facilite la progresión del Aprendiz hacia carreras técnicas de grado medio y superior. Puede ser una vía de enganche, ya que actualmente cuando finaliza la formación profesional reglada, no hay más vía de contratación que la categoría de ayudante.
-
Crear un Erasmus de la FP. Algo que ahora solamente está reservado a las carreras universitarias, debería abrirse a las escuelas de profesionales para que puedan conocer otras realidades, conozcan idiomas en los que luego se deberán entender con los técnicos que vengan de otros países, saber de otras tecnologías, en definitiva, abrirse al mundo. Y viceversa, recibir chicos de otros países para sus prácticas de formación profesional.
Son solamente ideas. Lógicamente, no tengo las claves ni las soluciones para todo este problema. También es cierto que son otras personas e instituciones quienes las deben arbitrar. Tan sólo pretendo poner encima de la mesa una problemática que las empresas vemos en el día a día, tanto quienes contratamos, como también quienes nos nutren de profesionales. No somos un país atractivo para la formación profesional, que paga mal a los buenos profesionales, y que los cuida aún peor. Como creo haber demostrado en esta serie de artículos, ya estamos pagando las consecuencias de errores pasados en políticas educativas y sociales erróneas. Y cuanto más dejemos pasar el tiempo sin poner soluciones encima de la mesa y aplicarlas, peor. Porque, una vez más, ya vamos tarde.